domingo, 20 de febrero de 2011

El enemigo de la muerte

La muerte se sentía sola. Todos los héroes tienen su malo malísimo, y por tanto todos los malos tienen su héroe, pero el de la parca no había aparecido. Pobre muerte, que armado con la guadaña y su tosca capa de lino fino imaginaba cómo sería su antítesis: <<¿un hombre fornido dispuesto a herradicarme? ¿un sacerdote que se cree portador de la verdadera libertad? ¿un misterioso mago dispuesto a conseguir la inmortalidad>>. Había muchas posibilidades y ninguna era imposible, si es que tenía que haberla.

La muerte esperaba su antagonista porque todos lo tienen, La Gerra tenía a La Paz (pero todas acababan en La Muerte), La Pobreza luchaba contra La Riqueza (y nuevamente todas acababan en la muerte), La Mentira contra La verdad, La Luz contra La Oscuridad, La Religión contra La Ciencia. Todas tenían con quien luchar, y todo acababa en la muerte.

<<Pero, quizás yo no tenga mi antagonista, quizás mi antítesis nunca haya nacido porque yo sea diferente, no soy de nadie y todos acuden a mí. Todos acaban viéndome, y lo de acabar es literal. Todas las anteriores son mujeres, tiene coraje e inteligencia, yo no, pues si nombre es de mujer, mi cuerpo es de hombre. Quizá esa sea la respuesta, yo soy diferente>>.

Pobre muerte que no encontraría a su antiyo, pobre muerte que lo tenía delante y no lo vería nunca. Pues si bien él nunca la conocería, su enemiga era La Vida. Era su enemiga porque La Vida hacía posible la existencia de La Muerte, La vida impulsaba la sangre de La Parca para que ésta pudisese caminar, pudiese pensar, pudiese matar. La Muerte estaba vivo, y su Vida era su propia enemiga.

2 comentarios:

  1. Es bonito, aunque algo desesperante. Como la vida misma, supongo.

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  2. Ciertamente la vida es su enemiga pero de que corre sangre por la parca eso es medio imposible pues solo está hecho de huesos,
    Buena historia.

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