lunes, 17 de enero de 2011

Abyssus abyssus invocat III


La espalda del chico se curvó de una forma exagerada, dejando al descubierto las vértebras, que, con fuerza y maestría, como una corriente mágica, empujaban firmemente la piel intentando hacerla ceder. Un grito desgarrador cruzó la habitación buscando un auxilio que nunca encontraría, ya que nadie podría librarle del tormento que le esperaba entre las manos del ser que lo atormentaba, nadie podría librarle porque él mismo quería sufrir. Una simple túnica negra ondeaba sin necesidad de viento, ya que el maná oscuro que cruzaba la habitación, era suficiente sufrimiento como para llenar de vida la ropa de la muerte, que torturaba a aquél ser desgraciado.
-Saca lo peor que hay en ti. Recuerda cómo eres, recuerda quién eres.
Una visión surgió de repente: el hermano atormentador rompiendo la camiseta roja surcada por una onda blanca, lo vio destrozar la ropa con una sonrisa y sólo pudo decir, con tranquilidad.
-Estás destinado a morir por una pistola, y yo seré quien apriete el gatillo.
Una risotada estridente viajó por el aire llenando la habitación de sufrimiento.
-Recuerda, porque allí está la clave.
Otros miles de imágenes surcaron la mente del pobre chico, su padre pegando a su madre, una perra que moría en sus manos, la sangre que le seguía desde el infierno, olor a azufre, rejas, alas negras, el sonido de un cuervo. Y un puente gótico, de altas vallas negras y una gran luna llena. Gritos y música, orquesta y arco, flechas y muerte.
-Ave Verónica, improbitas plena, ave venefica
Sobre todo muerte, porque el chico ya había muerto.

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