lunes, 15 de agosto de 2011

El Edén


Astrit paseó la mirada por el Edén. Contempló deprimida las miles de maravillas que la vida había puesto ahí para ella. Escuchó el agua cristalina descender por el riachuelo que salía del lago y vio a los sabrosos peces de agua dulce que nadaban felices por el elemento; Lo intentó, pero no pudo evitar pensar que eran como ella.

Durante milenios había vivido feliz en el paraíso. Todos los humanos del mundo del que procedía hubiesen vendido su alma por vivir en un lugar así pero el tiempo le enegreció la razón con una sola frase: "Vivo en una prisión".

El Edén era todo lo que cualquier persona hubiese deseado, lo tenía todo para una vida plena; todo menos un detalle que al principio creyó sin importancia. La libertad.

Astrit descubrió con el tiempo que nunca podría salir del Edén. La idea le asfixió y durante años buscó una salida que nunca logró encontrar. Pasaban los siglos, y se convertían en milenios y ella no podía encontrar la salida. Se convenció de que morir no sería tan malo como vivir toda la eternidad allí, sola y perfecta. Pero tampoco podía morir. Su vida era perfecta y esa era su condena.

Cuando era joven se había obsesionado con el mundo perfecto, deseó encontrar el Edén y mató a muchas personas en su incansable intento por llegar allí. Y cuando llegó su cuna y su paraíso fue su sutil condena.

Pues cuando alguien alcanza el sueño que durante toda su vida ha perseguido, ya no le queda nada por lo que luchar.

Quizás la muerte natural no la hubiese visitado, pero ella sabía que podía acabar con su existencia. Se tiró del acantilado que daba al lago y se dejó morir. Ya no necesitaba la vida.

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