sábado, 16 de octubre de 2010

Una vida errónea

¿Cómo no me he dado cuenta antes?
Cuanto debe haber sufrido por mi culpa

Hoy mi hija me ha dicho algo que nunca había imaginado escuchar. Las palabras salieron de su boca tímidas, sin atreverse a mirar qué hay en el basto mundo exterior.

Se acercó a mí con la cara demacrada por la lucha interna y con los ojos surcados por ojeras, fruto de su sufrimiento. Me miró tiernamente y esbozó una sonrisa amarga digna de fotografiar para inmortalizar tal mirada, ya que jamás vieron mis ojos, ni los de ningún hombre tal amargura, tapada por la valentía y empujada por las ansias de libertad. Tenía el pelo despeinado y las lágrimas surcaban sus mejillas de forma que bien podrían haberse confundido con coches transparentes que surcan la pálida carretera de la superficie de la luna.

Clavó en mí su mirada triste y abrió la boca para decir algo, pero tantas frases chocaron contra su mente impidiéndole hablar que se desplomó y cayó víctima de aquél agujero oscuro sin fondo. El llanto.

Me acerqué a ella para agarrarla pero me lo impidió con un gesto, se levantó y sin mirarme me dijo.
"Papá, no soy quien ves. No soy quien crees que soy. No soy tu hija y nunca debí serlo, ya que yo, en realidad no soy una mujer. Soy un hombre atrapado en un cuerpo de fémina, una fiera enjaulada cuyos graznidos nada pueden hacer contra el frío acero. Nunca te pedí ropa de chico, y nunca quise pedirte que jugaras conmigo al fútbol porque no quería manchar la imágen que de mí tenías. Pero así soy yo, padre, y ya no puedo ocultártelo más".

Cuanto debe haber sufrido por mí, por mi inexperiencia, por mi impotencia, por mi poco conocimiento del mundo que me rodea. Ahora me siento culpable por haberle olbligado a ser alguien que no es.

No hay comentarios:

Publicar un comentario